En estos días en los que el otoño se está dejando notar, me
viene a la memoria los guisos de mi abuela y de mis tías, guisos de cuchara, calentitos.
Potajes que te levantaban el ánimo y los calores para poder ir al colegio por
la tarde. Yo también los hago, bueno, los intento hacer. Mi tata me dejó dicho,
que no escrito, la manera de hacerlos, pero, al día de hoy, después de muchos
intentos no consigo ese punto que ellas le daban. Recuerdo el regusto que dejaban y los añoro, y
eso que en alguna época de bobería adolescente los rechazaba de plano, no
quería esos guisotes. Un platito de potaje y “encima” pescaíto frito, esa
era la contestación de mi tata cuando le preguntaba ¿qué hay de comer?, un menú
que hoy me parece sustancioso y apetecible del que me llegan aromas e imágenes
que no quisiera olvidar.
Especialmente recuerdo la preparación minuciosa de los guisos
de fiestas y celebraciones: berzas, menudo, coles, patas con garbanzos… todo el
ritual antes de acercarlos a la candela sin que importara el tiempo que se empleaba
en ello. Había que poner a remojo las legumbres, lavar y hervir los despojos, preparar
la carne y los embutidos, quitar los hilos y picar las verduras de temporada,
majar las especias con la sal y envolverlas y atarlas primorosamente en un
trozo de lienzo blanco para que no se esparcieran en el cocido, en una
muñequilla como así la llamaban, y a cocerse lentamente.

Para no olvidarnos de cómo hacer la muñequilla contamos con
el libro de María Luisa Ucero “Cádiz una provincia para comérsela. Recorrido
por sus tradiciones culinarias” que si lo abrimos por la página 115 nos
encontramos con la secuencia de cómo hacer la muñequilla. Y así, no se nos
olvida.
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Secuencia de cómo hacer la muñequilla para potaje en la página 115 |
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